
Argentina: Un país de inmigrantes
Una reflexión personal del ser migrante
Este artículo explora la experiencia migratoria desde una perspectiva profundamente personal y reflexiva.
Perdón si le tomo prestado elnombre del libro que observo a la mitad de la noche mientras reflexiono sobre este día que nos invita a recordar y honrar el origen, negado tal vez en algunos casos, enraizado hasta la última célula en otros, y olvidado en unos cuantos más.
No quisiera hacer de este articulo un “citadero” de estadísticas que de por sí ya son confusas y dudosas, ni quisiera volverlo una escritura filosófica – poética del ser migrante; digamos que durante estos años en tantos encuentros con tantos “desarraigados” quisiera darle una voz reflexiva a este día que, si no me tocase en persona, seguramente lo pasaría por alto.
Quiero empezar diciendo que experimentar la migración en carne propia probablemente es una de las experiencias más difíciles y enriquecedoras por las que se puede pasar, el país huésped a veces pareciera ser un lugar tan desconocido, lleno de gentes nuevas, de lugares nuevos -a veces tan hostiles-, de modos y costumbres tan diferentes; pero poco a poco en esa construcción del proyecto de vida del migrante, el país va teniendo un sabor particular, la gente ya no nos resulta tan extraña, la comida empieza a tener un gusto decente y nuestra mayor nevera son los grupos de facebook donde se vende la comida que alguien trajo en un avión cuando estaba de visita, el día a día se va llenando con sus afanes, y pronto la cama, y la casa, y la ciudad, pasan a ser nuestra cama, y nuestra casa, y nuestra ciudad y de un momento a otro nos vemos insertados en otra realidad que hace tan solo un tiempo parecía tan escueta y desabrida.
Que cuando se migra voluntariamente se asume como un reto, pero cuando tu país está en llamas ese reto se vuelve una exigencia del medio, una forma de supervivencia y sin embargo, de ultima, no queda más que adaptarse y dejar de tener la cabeza y hasta un poco el corazón en nuestro terruño y armarnos de valor y tesón para estar aquí.
Se que la migración se vive de muchas maneras y como todo en la vida siempre será una experiencia particular, pero a riesgo de equivocarme creo que todos en algún momento se nos pasó por la cabeza el famoso: “¿¡yo que estoy haciendo aquí!?”, y sin embargo hoy sabemos que lo haríamos todo de nuevo; que dejar la casa en la que crecimos así no viviéramos en ella hacia rato, nos enseña a querer esas paredes tal y como son, que la familia que te aguanto tus días buenos y malos, es perfecta siendo imperfecta; que aprendimos que el amor de tu vida que parecía interminable en realidad era finito y que te vas a volver a enamorar y desenamorar y que esa es la vida; que los verdaderos amigos, aquellos que nuestra madre parecía también su madre y que tu casa y su casa eran la misma, te enseña que realmente conocidos hay muchos pero hermanos de otra madre son pocos; nos enseña también que el amor no tiene distinción de especie, que los perros y los gatos y nuestros hermanos animales son parte de nuestra manada y que cuando ya no están, nuestra manada está incompleta; que los trabajos son más que un trabajo, y que los jefes y los compañeros de trabajo van a ser parte de nuestras historias cuando viejos; que aunque los nacimientos nos toque vivirlos en fotos y los cumpleaños por videollamadas, es esto mismo lo que te permite aprender a valorar lo que podés tocar, abrazar, sentir, aprendes sin lugar a dudas a ser más humano.
Como dije esta es mi voz en el día del inmigrante, para todos aquellos inmigrantes en la Argentina y en Latinoamérica, y en especial a mis amigos que tuve en la cabeza mientras escribía esto.
“No puede haber perspectiva, sin distancia”